Una idea que hoy es realidad

Mi nombre es Felipe Areces, tengo 17 años y soy alumno de la escuela Islands International School del barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2016 fui uno de los ganadores de la "Beca Instituto Balseiro 2016 para alumnos de escuelas de enseñanza media". Esto me dio la posibilidad de acceder a la beca y participar en una pasantía científica desarrollada desde el 17 al 21 de octubre de 2016, en el Centro Atómico de Bariloche.
Esta vivencia me ofreció la oportunidad de reflexionar sobre la verdadera importancia de la ciencia en nuestra sociedad, para comenzar me remitiré a una de las célebres frases del renombrado químico francés Louis Pasteur, que estableció: "La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso", una afirmación con la que, ciertamente, muchos se sienten identificados, pero que tantos otros rechazan. Sin embargo, esta experiencia puntual, a mi parecer, me permitió apreciar estas palabras desde una nueva perspectiva, al cambiar radicalmente mi pensamiento sobre el conocimiento científico.


Durante mi pasantía puede apreciar el aspecto humano del desarrollo científico, pude comprender y reflexionar acerca de lo importante que es que los niños y los jóvenes tengamos acceso al conocimiento de la ciencia, como una parte esencial del desarrollo de nuestro pensamiento. La ciencia es sin duda una fuente de progreso y oportunidades, y puede cambiar la vida y el futuro de aquellos que tienen la posibilidad de acercarse a ella y disfrutar con pasión de cada una de las maravillas que nos ofrece.


Siento que quienes compartimos este pensamiento y tuvimos la fortuna de haber podido descubrir y continuar avanzando en el conocimiento de la ciencia tenemos la obligación de difundir estas ideas y de facilitar el acceso a ella a aquellos niños y jóvenes que por pertenecer a poblaciones vulnerables no encuentran en el sistema educativo formal estas oportunidades.

Hoy en Argentina, enfrentamos una situación de desigualdad en la posibilidad de acceso al conocimiento científico. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) publicó en septiembre de 2016, el 32,2% de los argentinos son pobres y el 47,4% de los niños y adolescentes de hasta 14 años viven en hogares pobres. Esta situación a su vez se refleja en los resultados publicados por el Ministerio de Educación de la Nación acerca del Operativo Nacional de Evaluación (ONE) de calidad educativa que se llevó a cabo por última vez en 2013 y que pone de manifiesto claramente el menor rendimiento que tienen los niños y jóvenes de menores recursos en las diversas áreas del conocimiento.
El Informe ONE pone de manifiesto que el 48.7% de los alumnos de segundo y tercer año de la escuela secundaria mostraron tener bajos conocimientos en el área de ciencias naturales, y de ellos la mayor proporción corresponde a los hogares de menores recursos.
Por lo tanto, es necesario contribuir al progreso de nuestro pueblo, brindar a los niños y a los jóvenes la posibilidad de descubrir su vocación científica y que a su vez a través de ella contribuyan a resolver algunos de los problemas que enfrentan en su vida cotidiana, ofrecerles herramientas para que puedan continuar aprendiendo a partir de la experimentación y compartir con ellos nuestro tiempo y nuestra pasión por estas temáticas, reduciendo así cada uno desde nuestro lugar, la inequidad a la que nos enfrenta el sistema actual.


Mi compromiso con estas ideas, me llevó a diseñar este programa que hoy permite a niños y jóvenes acceder a un espacio de aprendizaje y experimentación con la expectativa de que les muestre el amplio panorama de oportunidades de futuro que les brinda la ciencia y que despierte en ellos el interés por seguir profundizando este conocimiento haciéndolo parte de su vida.

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